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El gran desafío de la basura tecnológica: dónde va a parar y cómo reciclarla

Por primera vez en la historia de las Olimpiadas, las distinciones se han fabricado a partir de residuos electrónicos, entre ellos más de seis millones de teléfonos móviles.

De miles de toneladas de dispositivos electrónicos recolectados en más de 1.600 municipios nipones desde 2017, se han extraído 32 kilos de oro, 3.500 kilos de plata y más de 2.000 kilos de bronce. Con esos metales se han creado las casi 5.000 medallas que se repartirán hasta el 8 de agosto.

Puede parecer solo un bonito gesto, pero la preocupación por los desechos tecnológicos crece cada día en todo el mundo. Según el informe The Global E-waste Monitor 2020, elaborado por Naciones Unidas y la Asociación Internacional de Residuos Sólidos (ISWA, en sus siglas en inglés), los desechos de equipos eléctricos y electrónicos –desde un frigorífico o un aparato de aire acondicionado hasta el dispositivo más pequeño, como puede ser una pulsera inteligente– han aumentado en el mundo en más de nueve millones de toneladas desde 2014.

En 2019 se produjeron 53 millones de toneladas de residuos electrónicos en todo el planeta y se calcula que para 2030 superarán los 75 millones de toneladas.

Vida corta y obsolescencia

El ritmo y la forma en que consumimos ha cambiado con la hiperconexión, la vida de los aparatos cada vez es más corta y la obsolescencia planificada no ayuda. Solo hay que ver los puntos limpios de reciclaje en las ciudades o esas impresionantes imágenes de vertederos electrónicos en países emergentes.

De acuerdo al informe antes citado de la ONU, Asia es el continente que más basura electrónica genera (29 millones de toneladas), seguida de América (13,1), Europa (12), África (2,9) y Oceanía (0,7). Solo en España, cada ciudadano es responsable de originar 19 kilos de residuos electrónicos al año.

“Hablamos mucho de economía circular, pero en la gestión de residuos estamos muy lejos de hacer un círculo limpio para el medioambiente.

No estamos reduciendo la generación de residuos electrónicos, los estamos incrementando de forma exponencial con más equipos que tienen una vida más corta por la obsolescencia y con artículos que no se pueden reparar fácilmente”.

Quien habla es Ethel Eljarrat, investigadora científica del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC).

Esta experta admite que la disponibilidad y asequibilidad de productos electrónicos ha creado una cultura de artículos de alta tecnología que cambian rápidamente. “Por ejemplo, el ciclo de renovación de móviles se ha reducido a 18 meses. Se estima que en España se desechan cada año 20 millones de teléfonos, lo que supone un total de 2.000 toneladas de residuos”.

Materiales reutilizables

Lo interesante es que el 90 % de los materiales contenidos en los móviles son reutilizables en la fabricación de nuevos productos tras ser sometidos a distintos procesos, comentan en Recyclia, entidad administradora de las fundaciones medioambientales de gestión y reciclaje de RAEEs (residuos de aparatos eléctricos y electrónicos), pilas y luminarias.

“De un teléfono móvil con un peso medio de 100 gramos, las técnicas de tratamiento actuales permiten extraer 62 gramos de plásticos, 25 gramos de metales –mayoritariamente aluminio y cobre– y 0,0008 gramos de metales preciosos, sobre todo oro, plata y paladio”, asegura la información de Recyclia.

El problema surge en la gestión de los residuos electrónicos, otro de los caballos de batalla de la sostenibilidad.

Desmantelar los dispositivos electrónicos que se generan en los países industrializados resulta muy costoso, por lo que se envía a países en desarrollo donde la mano de obra es más barata. “Volvemos a la circularidad. Mandar tan lejos toneladas de dispositivos desechados provoca un daño ambiental en el transporte por los gases de efecto invernadero que se emiten.

No estamos haciendo bien el proceso de reciclaje”, explica Eljarrat.

Metales recuperables, compuestos nocivos

Y no se puede obviar un aspecto poco conocido: en un televisor o un teléfono móvil existen metales que queremos recuperar, pero también compuestos químicos añadidos que, cuando se manipulan en el desmontaje, se liberan al medio ambiente.

Son los plastificantes, los retardantes de llama y los fluidos, lubricantes y refrigerantes de los productos, todos ellos elementos muy persistentes y nocivos para la salud humana.

El departamento de la investigadora del IDAEA, en colaboración con un equipo de Canadá, ha realizado un estudio sobre la exposición de los trabajadores a estos compuestos tóxicos en una planta de reciclaje del país norteamericano y en otra de Bangladés.

En el país asiático los trabajadores de la instalación al aire libre no tenían acceso a tecnología de minimización de exposición ni a equipos de protección personal.

Y también se emplean a niños porque sus pequeñas manos son mucho más diestras a la hora de desmontar equipos electrónicos. Por el contrario, en la planta canadiense, el hándicap es que el espacio era cerrado, pero los empleados disponían de trajes de protección.

En ambos casos, todas esas partículas nocivas se volatilizan y presentan un riesgo. En la actualidad, Ethel Eljarrat y su equipo están reproduciendo el mismo análisis en una planta de reciclaje de Barcelona.

China ya no quiere seguir siendo el ‘basurero’ electrónico de Europa “pero en lugar de buscar soluciones reales, se buscan soluciones fáciles, como es el envío de los desechos electrónicos a otros países de Asia y África”, explica la investigadora española.

Lo ideal será que cada país reciclase sus propios residuos evitando los traslados contaminantes. “Hay que reducir la cantidad del residuo alargando la vida media de los aparatos, y tomarnos en serio los compuestos químicos que no se ven y al no verse, parece que no existen.

Ves un televisor tirado en la calle y si lo llevas a un vertedero controlado, piensas que ya está. Esos residuos que se volatilizan no se ven, pero están”, comenta.

Reciclar y recuperar

Como elemento positivo hay que destacar que cada vez más países buscan iniciativas legales para llevar a cabo un reciclaje más limpio. Francia, por ejemplo, ha aprobado una ley contra el despilfarro y para la economía circular que prohíbe cualquier técnica, incluida el ‘software’, que imposibilite la reparación o reacondicionamiento del dispositivo.

Al mismo tiempo, obliga al fabricante a facilitar información veraz sobre la disponibilidad de piezas de recambio y si estas se pueden reproducir en impresión 3D, lo que ayudaría mucho a buenas prácticas de reutilización del producto.

En España, el Gobierno ha anunciado la implantación de un índice de reparabilidad. Cada artículo eléctrico y electrónico fabricado llevará una etiqueta que indique lo fácil o difícil que es repararlo y desmontarlo, y la disponibilidad de piezas de repuesto.

Un detalle: ¿Sabes cuántos móviles hay olvidados dentro de un cajón? En EE. UU. más de 220 millones de teléfonos usados se acumulan en casas y oficinas sin saber que muchos de ellos podrían tener una segunda vida; en Alemania, más de 84 millones; en Reino Unido, 83 millones, y en España, casi 45 millones.

Las cifras pertenecen al ‘Índice 2020 de desechos electrónicos de teléfonos móviles’ que ha hecho público la compañía reBuy, una de las empresas europeas más importantes en el mercado de productos electrónicos de segunda mano.

Lo positivo es que la tasa de reciclaje y reutilización de móviles en España es del 89%, la más alta de Europa junto a Finlandia.

Artículo fuente: https://www.bbva.com/es/sostenibilidad/el-gran-desafio-de-la-basura-tecnologica-donde-va-a-parar-y-como-reciclarla/

Gerónimo Vierma

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